Artículo publicado en ABC.
Durante los días previos a la Diada del pasado domingo hemos asistido, con cierto estupor, a un cruce de acusaciones, cuando no de insultos, entre secesionistas.
Resulta cuando menos paradójico escuchar cómo se reivindica “defender las ideas de cada uno en positivo”, “de forma integradora y plural”, o que la manifestación no es “inclusiva”, como si alguna vez en los últimos diez años hubiera habido alguna manifestación de la Diada que hubiera tenido esas características.
Así nos sentimos la mayoría de los catalanes a los que los independentistas han expulsado y usurpado una celebración que debiera ser de todos, y cuando me refiero a todos, me refiero a todos los catalanes, no solo a los secesionistas, que es cómo piensan y actúan: sin respetar las ideas, las identidades y de forma totalmente excluyente de aquellos que no piensan como ellos.
No es de extrañar pues, que aquellos que, históricamente han defendido y alimentado el independentismo, se vean ahora repudiados por aquellos que, con más fe que fuerza, siguen creyéndose las mentiras con las que los alimentaron, y es que el refranero español es sabio: cría cuervos y te sacaran los ojos.
A colación de lo anterior, es posible que, debido a los remordimientos de conciencia de aquellos que han sido expulsados del consenso indepe, se avengan a nuevos acuerdos conspiranoicos (un nuevo estado mayor –concepto muy militar-, le llaman) para ser aceptados de nuevo en la tribu. Todo ello, con el entusiasta testimonio del PSC, teórico partido de Gobierno en España, que vela por la fragmentación para ocupar una pequeña parcela de poder en cualquier Gobierno.
Los catalanes no nos debemos resignar a quedar viendo cómo, independentistas e izquierdistas se reparten los papeles y nuestros Gobiernos, mientras nuestra sociedad se deteriora, tanto social como económicamente, y lo peor, también se divide. Otra forma de hacer las cosas no sólo es posible, sino que es una opción con el Partido Popular.