Artículo publicado en EconomiaDigital
Esta afirmación que para la mayoría de los mortales debería considerarse de perogrullo, tratándose Cataluña de una comunidad no solo con dos idiomas oficiales, si no con dos idiomas de uso indistinto entre la población, parece ser una anormalidad para la Generalitat de Cataluña secuestrada desde sus inicios por los nacionalistas, y que pretenden excluir el castellano de muchos ámbitos de la vida de los catalanes, y como no, sobretodo de la educación.
La sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña de diciembre de 2020 viene a reafirmar lo que otras muchas sentencias, des de 1983, vienen a decir, que es que la existencia de diversas lenguas oficiales impone un régimen de conjunción lingüística, que “impone necesariamente su uso vehicular normal” en la educación. Ni el Estatuto de Cataluña, ni la Ley de Educación de Cataluña se oponen a esta realidad.
La inmersión lingüística no puede imponer la enseñanza monolingüe, sino que debe adaptar el nivel de vehicularidad de cada lengua a la realidad social de cada centro educativo y su área de influencia, y como los nacionalistas (también socialistas en su día) en el Gobierno de la Generalitat siempre se han negado a fijar un mínimo, la jurisprudencia tuvo que fijar un porcentaje, el 25%, que para variar, la Generalitat no solo ignora, sino que presume de ello, así queda demostrado en la información que aporta el propio Departamento de Enseñanza: solo un 2% de los centros de enseñanza primaria y un 12% de los de bachillerato cumple con ese porcentaje.
La reciente resolución del Tribunal Supremo inadmite el recurso de casación interpuesto por la Generalitat contra ésta última sentencia, por lo que, como dicta el sentido común: el castellano debe ser lengua vehicular y normal en Cataluña.
Por otro lado, si es cierto que el uso del catalán está en retroceso en Cataluña, quizás los nacionalistas deberían reflexionar sobre si la inmersión monolingüe que tanto defienden, está cumpliendo sus objetivos o precisamente los contrarios, pero también que lanzar el uso de una lengua u otra como signo de identidad, provoca un rechazo a la lengua catalana, igual al que muchos nacionalistas profesan respecto de la lengua castellana: las lenguas, todas, son para comunicarnos, para entendernos y deben ser herramientas de cohesión que faciliten la convivencia.